

En el centro de la cosmogonía wayúu se entretejen la historia y la memoria del alimento. Desde tiempos inmemorables, los pueblos originarios eran conocidos por ser pensadores de la tierra, por utilizar el cultivo como una forma de enraizar su identidad. La conexión con la naturaleza servía para vislumbrar, augurar y fortalecer el tiempo presente y futuro. Ahora el suelo está demasiado seco para imaginar cosechas y las estrellas han dejado de anunciar la llegada de la lluvia.
En La Guajira, el extremo norte de sudamérica, las probabilidades de morir por causas evitables — como el hambre — son mayores que en cualquier otro rincón de Colombia. Sumado a eso, aparece un fenómeno nuevo para sus habitantes: la doble carga de malnutrición, ocasionada por la desigualdad social, la vulnerabilidad nutricional y los cambios en los hábitos alimenticios. Esto dificulta la posibilidad de tener una dieta completa en calidad y cantidad, lo que ha contribuido a la llegada de enfermedades crónicas no transmisibles antes desconocidas para la etnia.